sábado, 4 de abril de 2009

La delación


Es algo que lo sabe cualquier lector: es muy difícil aceptar que la obra de tal o cuál escritor admirado sea, de algún modo, negada y contradicha por la realidad. Pero los escritores, ho sorpresa, también son seres humanos y cometen errores. Grandes errores.
En 1950, Checoslovaquia estaba dominada por el gobierno soviético, el cual había conformado una extensa e indiscreta policía política, que se encargaba de buscar disidentes y agentes del Occidente, de países como Estados Unidos, Inglaterra, etcétera. La forma en que esta policía actuaba era, principalmente, por medio de la delación ciudadana: tenían, todos los civiles, el deber de informar a las autoridades comunistas cualquier acto o palabra sospechosa de sus vecinos, amigos, familiares; cualquier detalle que pudiera significar una desviación ideológica. Ejemplo: yo vivo en Checoslovaquia en 1950 y tengo un vecino que ha renegado del comunismo públicamente. Después, se le ve en una manifestación y se le apresa y castiga, pero es muy probable que también pasen por mi cuadra y me detengan y castiguen a mí, por no haberlo delatado. Por esa razón (la razón del miedo) se crea un estado de constante y neurótica vigilancia, todos contra todos, eliminando así la vida privada y la confianza entre la gente.
Por aquellos años, en esa nación enfermiza, vive un joven estudiante de 21 años llamado Milán Kundera. Años después, comenzaría una brillante carrera literaria que, hasta nuestros días, ha generado libros de gran calidad narrativa y de una magnífica profundidad psicológica. Libros, muchos de ellos, cuyo trasfondo y ambiente (y esto es lo importante) ejercen una fuerte e inteligente crítica al régimen comunista que el autor conoció de cerca en sus años de estudiante: esa especie de ojo omnisciente y vigilante, conformado por los ojos de todos y siempre dispuesto a cantar como un canario y a castigar a los rebeldes.
La obra de Milán Kundera tiene, se podría decir, ese centro, ese eje direccional: la crítica a la delación ciudadana. Pero todo parece indicar que, una noche de 1950, él mismo se convirtió en un personaje de sus propias y futuras novelas.
Kundera era el director de una residencia de estudiantes y, todavía, un fanático seguidor del comunismo. En la residencia estudiantil vivía una muchacha, Iva Militka, quien le estaba guardando a alguien un misterioso maletín. El novio de la muchacha, Miroslav Dlask, quién también vivía ahí, le comunicó a Kundera que el maletín guardado por la muchacha pertenecía a un tal Miroslav Dvoracek y que Dvoracek era un “agente de occidente”, un anticomunista, pues. Dlask le dijo a Kundera que, esa misma noche, Dvoracek pasaría por la residencia para recoger el maletín. Kundera avisó a la policía, delató al supuesto “agente de Occidente” y éste fue detenido y condenado a 22 años de prisión, de los cuales cumplió 14, trabajando “hasta casi morir” en una mina de uranio. Actualmente, Dvoracek vive en Suecia y siempre había pensado que había sido Militka quien lo había delatado. Cuando le dijeron de los documentos encontrados en los archivos gubernamentales, que mencionaban a Kundera, héroe de la disidencia checa, como su delator, no podía creerlo. Esta información la difundió el diario Respekt y ha sido mundialmente repetida.
¿Qué tanto desacredita a Kundera la historia de su, todavía no completamente probada pero casi segura, delación a un compatriota?
Mi opinión: las cosas cambian y con ellas, la mente de los hombres. Como jóvenes, muchos de nosotros sabemos que lo que pensamos del mundo hoy puede estar en completa contradicción con lo que pensaremos mañana. Hay dos cosas: primero, Kundera era un seguidor fiel del comunismo, inclusive había escrito elogios y poemas a Stalin (cosa que, seguramente, hoy abomina); segundo, si él no delataba a Dvoracek, quizá él mismo sería castigado por callar. No se trata de exculpar al escritor, sino, simplemente, tratar de comprender en lugar de juzgar y preguntarnos: ¿Qué habríamos hecho nosotros en sus zapatos?
Por cierto, el “misterioso maletín” contenía pelucas y barbas falsas, disfraz que Dvoracek utilizaría para no ser reconocido por la policía.

Fuentes de información aquí, aquí y aquí.

2 comentarios:

Lourdes dijo...

Hola, Alexandro.
Gracias por tu visita y comentario en mi blog.
He venido a darme una vuelta por el tuyo y ya me he quedado a leer un rato.
Es cierto que lo que pensamos cuando somos más jóvenes,
luego cuando cumplimos años y empezamos a madurar,
cambian incluso con un giro de 180º.
Tú ahora eres estudiante, y cuando se es estudiante, los ideales son inamovibles.
Yo tb lo era, así que, sí, te entiendo.
Pero luego, pasan los años, y ves que las cosas no son tan fáciles, o tan simples...

En fin.. Que me ha gustado mucho tu blog, y volveré, si no te importa.
:)

Un beso.

Anónimo dijo...

Bueno, debemos primero saber el motivo por el que pudo haber delatado a esa persona, claro está, en caso de haber sido cierto. Si la causa de su proceder fue por convicciones, considero que cometió un error, pero efectivamente, no hay que juzgarlo. Pero si la causa fue una negra pasión, pues sería lamentable, puesto que entonces no tendría autoridad moral para afilar su pluma contra los delatores, por ejemplo, de la familia de Anna Frank, en Holanda. El delator de esa familia (el que proporcionó a los nazis la información de donde se escondían) ha sido criticado y vilipendiado con sonoras y fuertes palabras, las mismas que de seguro habría puesto en sus escritos Milan Kundera de haber tratado el tema. Esta "debilidad" (en realidad canallada) de Milán, de ser cierta, sería un golpe durisimo a la causa de la libertad, pero en fin, no sería la primera ni la última decepción.