miércoles, 31 de marzo de 2010

Post nostálgico

La memoria es, siempre, triste. Aunque recordemos cosas alegres, o que en su momento (cuando fueron presente) nos causaron alegría, esos recuerdos son vestigios, siempre: son el triste castillo abandonado de los días pasados.
No tengo el poema a la mano y no recuerdo el nombre, pero Jaime Sabines lo dice en algún lado: pareciera que nacemos y vivimos y actuamos (con todo lo que esto implica) tan solo para la memoria, tan solo para la nostalgia. Cuando recuerdo un buen día, una buena conversación, un buen momento: una noche de cervezas y platicas en igual abundancia; una mujer determinada a mi lado, desnuda, sobre mi cama y bajo mis manos; la impresión de un poema o el momento en el que conocí a alguien que quiero mucho (sucesos muy parecidos, estos dos), cuando recuerdo estas cosas, que sin duda fueron felices, la memoria siempre se tiñe de la certeza, la amarga certeza, de que nunca podré volver a ese lugar, a ese momento. Esa es la condición humana: perderlo todo, de modo inevitable. A pesar de la memoria.

sábado, 27 de marzo de 2010

Los buenos hijos



El cantautor Silvio Rodríguez ha presentado su nuevo disco, que se llama “Segunda Cita”. Al parecer, en dicho disco se incluyen algunas letras que, con muchísima imaginación, se podrían descifrar como mensajes contrarrevolucionarios. Todo iba bien, hasta que Silvio dejó de cantar (cosa que hace como los ángeles, nadie lo duda) y comenzó a hablar (cosa que, por decirlo suavecito, no se le da):
PALABRAS INMORTALES DE… SILVIO RODRIGUEZ, EL HIJO DESOBEDIENTE.
Dijo el hijo que habría que “reinventar la revolución” (seguro que después de dichas palabras, algunas cubanos, tanto de la Habana como de Miami, decidieron pegarse un tiro), pero después lo pensó y agregó que “siempre es una cosa que ha estado vigente, aunque a veces hemos caído en la retórica, a veces nos hemos adormecido”. Habría sido más exacto decir que “se han caído” de aburrimiento ante la interminable retórica de Fidel “el-comes-y-te-vas” Castro y de su esbirro, el siempre menos notorio y más gris Raúl, o que “se han adormecido” y han terminado de dormirse frente al televisor que sólo les muestra la versión, siempre, del Gobierno.
Después, me entero de que una de las canciones de su nuevo disco dice que se debe hacer libre lo que antes fue deber y que hay que acometer el reto de superar “la erre de revolución”, para que “se imponga la evolución”. La evolución, Señor Rodríguez, ya se ha impuesto desde los remotos tiempos de Mr. Darwin. Mi frase anterior fue en broma, pero pareciera que las palabras de Silvio también lo fueran. El ciudadano Silvio Rodríguez ha descubierto, vaya usted a saber la razón y después de más de cincuenta años con Fidel hasta en la sopa de Fideos, de que sería bueno realizar “una revisión de montones de cosas, de montones de conceptos, hasta instituciones”. Y termina el deslumbrado Silvio deslumbrando a su deslumbrado público, que estaba bien deslumbrado con la novedad: “muchas cosas que hay que revisar en Cuba”.
A Silvio Rodríguez lo admiro y lo respeto y lo escucho constantemente, y me parece uno de los mejores compositores, de los más auténticamente poéticos, de Latinoamérica, pero siempre me ha sorprendido su doble discurso, la contradicción entre las letras de sus canciones, que hablan de libertad, independencia y rebeldía, y el hecho de que diga lo que dice en, por ejemplo, esta entrevista. Personalmente, me quedo con la frase de la parte final de la entrevista, cuando dice que “siempre ha sentido a Fidel como un padre” y que, bueno, al padre nunca se le desobedece, siempre se debe de ser “un hijo obediente”.

sábado, 13 de marzo de 2010

El cuerno de chivo de la abundancia


Algunas personas, que tienen mucha imaginación, dicen que nuestro país tiene la forma del cuerno de la abundancia. Esto se refiere, lógicamente, a la enorme, y mal aprovechada, cantidad de recursos naturales, tales como las imponentes selvas de Chiapas u Oaxaca, la intrincada y quita-alientos sierra de Chihuahua y Durango, las nudistas playas que abundan por todo el litoral. Cierto. Pero últimamente me da la impresión de que tiene la forma de un encantador cargador de AK-47, mejor conocidas como cuernos de chivo. Las selvas, la sierra y los “paradisíacos litorales” siguen contándonos, en los diarios y demás, sádicas historias de sangre, a pesar de su indudable belleza.
Esto que acabo de decir da, ciertamente, muy mala imagen a nuestro país. No en este blog, que no se lee demasiado en el extranjero (¿?) aunque en nuestro país sea lectura escolar obligatoria (¿?), pero cuando estas mismas y desagradables metáforas se repiten una y otra vez en nuestros exaltados medios de comunicación, tarde o temprano los chicos de la CNN, BBC y todas esas siglas históricas comienzan a entender que, en efecto, México se ha vuelto un país “fuertemente armado”, armado hasta los dientes, cargado de explosivos.
A pesar de ello, y a riesgo de parecer un tontuelo, no creo que estemos aún en un Estado Fallido y fui uno de los que pegó el grito en el cielo (es decir, el techo de mi casa) cuando un olvidado personaje de la política norteamericana (Hillary? Bush?) dijo que estábamos igualitos que los pakistaníes y los afganos. No podemos negar que nuestras ciudades, principalmente acá en el norte, se han convertido en nidos, en cuevas, en dulce hogar, para esos molestísimos y odiosos sujetos siempre vestidos con sombrero y botas y cinto pitea’o que andan en trocas que más bien parecen sacadas de Transformers y que, aunque no saben decir una sola frase de modo correcto, se las creen que son los jefes, los machines, los únicos chicharrones que truenan. Se creen los malditos dueños de nuestras vidas y, en última instancia, de nuestras muertes. Pero.. digo, ¿tanto así como en Pakistán? Creo que la diferencia reside en el hecho de que “el tejido social” (frase que los politólogos usan todo el tiempo y que me gusta como suena) se ha degradado más que en México. Quiero decir que se trata de naciones bastante más violentas en términos generales que la nuestra, en donde los extremistas musulmanes tratan de eliminar a todo un pueblo por ideas religiosas, mientras que aquí las razones son más “prácticas”, si me permiten la expresión. ¿Ustedes que piensan? Se aceptan tomatazos, virtuales, de preferencia.

domingo, 7 de marzo de 2010

El mundo de La casa verde


Una de las mayores características de Mario Vargas Llosa es crear universos narrativos. Es decir, hacer de sus novelas un especie de microcosmos, de tal modo que, al terminar de leerlas, uno se queda con la sensación de salir de un mundo, de una mirada totalizadora de la realidad, o al menos, de la realidad que Mario quiso retratar. Se dice que la literatura es una fotografía de la realidad: La casa verde, y muchas otras novelas del autor peruano, son fotos panorámicas, de esas de 360 grados, pues.
Acabo de terminarla. Siento, aún, en la ropa, en la piel, la humedad del Amazonas, la naturaleza vegetal, caóticamente vital, de ese territorio cambiante y sorprendente. El título de la novela, por cierto, le queda perfecto al libro: la casa verde no es solamente el prostíbulo del desierto de Piura que lleva dicho nombre, sino todo el Perú: la selva espesa, salvaje; las numerosas etnias indígenas; el dolor y la pasión de los habitantes de esos recónditos territorios.
La novela tiene dos escenarios: uno es Piura, ciudad situada (con Google Earth lo visualizarán a la perfección) al norte del Perú, a pocos kilómetros de la costa. Se trata de una ciudad desértica, en donde reina el color amarillo y las polvaredas. El otro escenario es Santa María de Nieva, pequeño pueblo (aún hoy lo es) enclavado en la Amazonía, bastante lejos de Piura y en donde, evidentemente, el verde es el color que se ve por todos lados.
La historia es difícil referirla, ya que se trata de una novela con muchísimos personajes y con muchas variantes en los destinos personales de cada uno de ellos, pero, básicamente, es una novela sobre el Perú, sobre su gente, sobre los defectos y virtudes que Vargas Llosa ve en su nación. Uno de los temas principales es el del estado de vida de las comunidades indígenas de la Amazonía peruana: muchos de los personajes de la novela son huambisas, urakusas o shapras y sufren de racismo (incluso entre ellos mismos, entre etnias), golpizas, despojos, fraudes, violaciones y formas de vida infrahumana. Un breve repaso a los personajes y a sus historias: Bonifacia, indígena urakusa arrancada de su comunidad para convertirse en pupila en un convento, en donde las monjas le enseñan “cristiano” (castellano), de ahí la expulsan y termina como prostituta en Piura; Fushía, contrabandista y bandido de origen brasileño, de personalidad autoritaria, agresivo y, como él mismo lo reconoce, traicionero; el sargento Lituma y los Inconquistables, grupo de amigos de borrachera y de aventuras; don Anselmo, fundador del prostíbulo La casa verde, de origen desconocido, que recorrerá un destino torcido y de valentía y cobardía, un destino aciago y misterioso; a estos personajes habría que sumar a las madres del convento de Santa María de Nieva y su cruzada en contra del estilo de vida indígena, a los militares que a lo largo de la historia se nos presentan, representando a las clases más bajas; al silencioso y hábil Adrian Nieves, que se conoce la selva como la palma de su mano; al atento y comprensivo Aquilino, amigo de Fushía, honrado y servicial, sabio de la vida; y un largo etcétera.
La historia de La casa verde es la suma de las innumerables historias de cada uno de estos personajes, todos ellos marcados por el azar adverso, por las dificultades de la vida y, muchos, por la frustración, por haber dejado enterrados en el desierto piurano u ahogados en la profunda selva sus sueños, su vida. Personajes muy humanos, muy crudos y reales, el acercamiento emocional con ellos es muy fuerte gracias a la refinada, brillante técnica narrativa de Mario, que convierte el texto, cada página, en un cúmulo de recuerdos, de impresiones, de comunicaciones entre las distintas etapas de la novela, utilizando la polifonía, por ejemplo, en donde distintos personajes en distintas épocas y espacios conversan entre sí, jugando con el tiempo y con el espacio, enredando las conversaciones. Mario es uno de los escritores latinoamericanos, quizá del mundo, que mejor maneja el recurso de los diálogos, no contentándose con utilizarlos como un modo de comunicación entre dos personajes del mismo tiempo y espacio, sino haciendo de los diálogos algo plástico, o mejor dicho, un elemento de barro, de arcilla, que puede moldearse de tal modo que se mezclen, se entrecrucen, dos o hasta tres diálogos al mismo tiempo, en el mismo texto, que suceden, cada uno, en un lugar y un tiempo distintos.
Por mi parte, he logrado salir, en una pieza, de la selva de La casa verde. Me ha costado mucho: días enteros de cruzar ríos, ora calmos, ora turbios; ciudades desconocidas, repletas de gente compleja, laberíntica; encuentros con un lenguaje regionalista que las personas comienzan a cambiar, a variar, a poco de salir de tal o cual pueblo, pero a pesar de todo he salido de La casa verde. Sé que volveré a ella muy seguido, y espero que ustedes se aventuren y acompañen a Fushía y Aquilino en sus peligrosas andanzas, a don Anselmo, la Chunga y los Inconquistables en la sensualidad y la algarabía de La casa verde, a Bonifacia, la que después será la Selvática, en sus pantanos morales. Buen viaje.

jueves, 4 de marzo de 2010

Cocoliso vs Camello


Ya están los ejércitos (flacos, por cierto) preparados. Cocoliso Duarte y el Camello Borruel han ganado en sus respectivos partidos. Sinceramente, hasta el momento ninguno de los dos me levanta la más mínima simpatía, el priísta por salir en sus malísimos spots diciendo que es hijo de Chancho o Chencho o Chicho Duarte (no recuerdo con claridad), nombre que se aplica no a una persona de bien, sino más bien como a un padrote de pueblo o a un correteado coyote fronterizo. El panista también me levanta las sospechas por el lenguaje que utiliza para su campaña, que puede resumirse, básicamente, en unas cuantas frases como las que siguen: yo también estuve bien pero bien pobre como ustedes, de niño porque ahora ya no; mi apá se murió y tuve que chambear bien chavo; soy un cuate sencillo y que la ha sufrido, etc etc etc. Siguiendo la lógica del Cara de Dromedario Borruel, podríamos elegir como Gobernador al 75 u 80 por ciento de la población de esta nuestra Magna Entidad Federativa. Sin embargo, es muy probable que vote por el Dromedario, ya que al Cocoliso de plano no lo aguanto pero ni tantito y creo que el actual gober le ha flojeado, o se ha aflojado (como ustedes quieran), demasiado con el tema de la violencia. Hay una cosa que me hincha de recelo: ver o escuchar a el Mulato Baeza decir, en cada entrevista que “concede”, que todo este despapaye se debe a la malvada federación, que ni él ni su grisácea procuradora de “justicia” tienen nada que ver. Como de que no, chingao ¡¡¡
No veo mayores razones para seguir escribiendo. Sabrosos saludos para todos.