domingo, 31 de mayo de 2009

Abstencionismo


Alejandro Páez Varela, colaborador de El Universal, opina en esta nota:

“Por primera vez desde que tengo el derecho, no voy a votar. Como la última herramienta de los intolerantes es “lo políticamente incorrecto”, aclaro que no es por anarquista. Le enumero tres argumentos que se dieron en ese estricto orden cronológico: porque perdí mi credencial; porque no pude ir por la reposición y, finalmente, porque me di cuenta de que la suma de los dos

porqués anteriores me dejaba satisfecho”.

Luego, nos dice, aunque no le creamos, le gusta votar. Que le gusta porque le recuerda “los domingos familiares” y porque es uno de los únicos días en los cuales las personas “nos vemos a los ojos sin querernos morder”. Yo no sé si Varela tenga la indomable tentación de morder a sus conciudadanos mientras camina por las calles, pero el hecho es que en día de elecciones tal conducta, ciertamente patológica, se extingue en él. Enhorabuena.
Dice después que no hay opciones, que nadie le gusta y que por eso no vota. Ya entrado en agudezas, emplea una alegoría: “Usted va al súper con la idea de encontrar tomates, y si no hay, ¿en su lugar se lleva cebollas, focos o fresas congeladas? No”. No, tampoco nosotros lo hacemos, pero sucede que no es lo mismo. Al votar, no se está eligiendo a un tomate o a una cebolla, sino, para sorpresa de Varela, a un Gobierno, que decidirá, en la medida en que lo dejemos, buena parte de las decisiones que se tomen en todas las materias.
Son dos las ideas fundamentales de la nota de Varela: no voto porque: a) no me convence nadie y b) porque después hacen lo que quieren en el gobierno y no hay mecanismos para que los ciudadanos intervengan. Si a Varela no lo convence nadie, si no hay alguno que sea “menos malo” que los demás, entonces no entiendo en qué país habita: en este momento, se están decidiendo muchas cosas importantes, ante las cuales prácticamente todos tenemos alguna opinión, tales como la guerra contra el narco (emprendida por el gobierno federal), la posibilidad de reelección en legisladores, la reforma educativa y un largo etcétera, temas en los cuales los políticos panistas no coinciden con los priistas y estos con los perredistas y así sucesivamente. Varela tiene una opinión propia, quiero suponer, así que ¿porqué no vota por aquel candidato que se acerque, al menos se acerque a lo que él opina? Acerca de la falta de mecanismos de control ciudadano sobre el gobierno que menciona Varela, es curioso porque lo dice mientras trabaja y publica en El Universal, que, como buen medio de comunicación, es uno de estos mecanismos que Varela tanto añora. Haber, Varela, cuenta conmigo: medios de comunicación (radio y tv, que están un poco más institucionalizados, pero también está la prensa escrita, dígase periódicos, revistas, semanarios y, evidentemente, los blogs y la enorme cantidad de herramientas que proporciona el internet), manifestaciones públicas (que en México existen para todo y deberían de existir aún más) tales como huelgas, marchas, mítines, conciertos públicos; reuniones de firmas, mesas de discusión (que pueden organizarse en Universidades o auspiciadas por organizaciones no gubernamentales), etecé etecé etecé. Así que lo que faltan no son mecanismos de manifestación ciudadana (aunque podrían ser más y más independientes) sino mecanismos para levantar al Sr. Varela de su cama, sofá o silla plegable en la cual se abandona, fatalmente, para ver al mundo pasar.
Lo triste del caso es que no es el único periodista o “conocedor” que se ha pronunciado a favor de las virtudes de humo del abstencionismo. Los hay a montones, ahora. Ojalá los lectores de estos periodistas tan dóciles no caigamos en la trampa y nos demos cuenta de que (aunque parezca un cándido comercial del IFE) si no votamos, realmente esa cosa que se llama democracia es afectada, es dañada: no hay mejor arma en contra de la democracia que la desgana y la apatía. Como la del Sr. Varela.

viernes, 29 de mayo de 2009

Presuntos implicados


Jorge Fernández Menéndez, colaborador en Excélsior, ha publicado esta columna que, en mi opinión, es muy atinada, acerca de la reciente detención de una importante cantidad de funcionarios públicos del estado de Michoacán, acusados de proteger los intereses del narco, entre los que se cuentan a diez presidentes municipales y a gente muy cercana al Gobernador de aquél Estado, o al menos a quien dice gobernar a Michoacán: Leonel Godoy.
Este operativo federal ha resultado ser una bomba que el dizque Gobernador no sabe desactivar. La detención de estas personas ha sido resultado de una investigación de, al parecer, seis meses, y no hay duda alguna de su complicidad con el crimen organizado. Además de los diez presidentes municipales, también detuvieron a quien era la Secretaria de Seguridad Pública de Estado, casada, además, con un buen hombre relacionado hasta la médula con La Familia, el cártel que manda por esas tierras; detuvieron al coordinador de asesores de Godoy; detuvieron al director del Instituto Estatal de Formación Policial, etcétera. Es decir, se les habían metido hasta la cocina (como sucede, lógicamente, en muchos otros Estados).
El problema ha sido la reacción del Gobernador Godoy y de su partido, el PRD. A pesar de que, de los diez presidentes municipales, solo dos eran perredistas (seis eran priistas y el resto del PAN) han dicho que se trata de un ataque en contra de su partido, de una “guerra sucia”, de una batalla electoral. El Gobernador se ha mostrado sumamente sensible y angustiado por la manera en la cual la federación ha “invadido” la soberanía michoacana y se ha declarado ofendido por la irrupción de fuerzas federales en Palacio. Lo más reciente es la noticia de que PRI y PRD están pensando unirse en Michoacán para protestar “en contra” del operativo.
Esto me hace pensar en la bajísima calidad de nuestros políticos: sencillamente, no conocen el significado de la palabra “patriotismo”. Para ellos, los intereses de su Partido han sido, son y serán siempre lo primero: si algo está bien y es justo pero afecta a mi Partido y, principalmente, a mi poder en las urnas, está mal y lo atacaré irracionalmente. Godoy ha exigido a la federación una “disculpa pública” por el operativo, pero, ¿no tendría que ser él quien se disculpara con la sociedad, con la gente de Michoacán y con las victimas de narcotráfico? ¿Acaso él mismo no sabía que estaba rodeado de lobos? ¿o él mismo es un lobo? Es estúpido que incluso la Comisión Nacional de los Derechos Humanos haya declarado que, por cuestión de “cortesía política”, se le debía de haber comunicado al gobierno estatal acerca del operativo, cuando el gobierno estatal está completamente infiltrado por el narcotráfico. Si lo hubieran hecho, no hubieran detenido a nadie, de seguro.
¿Hasta dónde ha calado el narcotráfico en nuestro país? ¿Hasta dónde podemos confiar en que somos gobernados por aquellos a los cuales designamos y no por los cárteles de la droga? Ciertamente, los michoacanos no pueden responder con seguridad, pero el resto de los mexicanos también debemos estar un tanto alarmados: el narcotráfico se ha infiltrado en nuestro país hasta tocarnos directamente. Todo el mundo conoce a alguien implicado y nadie hace nada. Para ganar esa guerra, tendrá que haber una purga a nivel nacional.

miércoles, 20 de mayo de 2009

El regreso triunfal del Padre Palma



En el año 2003, en mi natal Cuauhtémoc, Chihuahua, salió a la luz pública el caso de Salomón Palma, respetado sacerdote de la localidad. Se había grabado teniendo relaciones sexuales con una mujer casada y tales videos amateur, por azares del destino, fueron dados a los medios de comunicación, los cuales cumplieron con su trabajo dándolo a conocer a los cinco mil vientos y de esta manera se desató el infierno.
La mujer que aparece en el video con el Padre Palma tenia esposo y tiene hijos. El video estaba, sencillamente, en todas partes. Es evidente que fue un golpe terrible a nivel familiar y podemos imaginarnos la vergüenza y la humillación que debieron de haber sentido los familiares de dicha señora. Tengo entendido que los hijos de la misma eran jóvenes, apenas adolecentes, y por lo tanto recibían constantes burlas en el colegio por parte de sus compañeros, muchos de los cuales seguro que ya habían visto varias veces las comprometedoras imágenes. Recibieron insultos, burlas, ataques, hasta que se vieron forzados a, literalmente, huir a los Estados Unidos, en busca de un lugar a donde no llegara el escarnio. Cuauhtémoc aún es un lugar en donde no es fácil esconderse y sabemos el talante de nuestro pueblo: estas cosas jamás se olvidan y, además, la condena es hereditaria. Por mucho, mucho tiempo, ellos no podrán volver.
Por su parte, el Padre Palma está de regreso, luego de cinco años lejos. No sé si el pidió o si así lo decidieron más arriba, pero se fue durante este tiempo a predicar en Chilpancingo, en Guerrero, al sur de México. Muy lejos del fuego. Ha vuelto a Cuauhtémoc hace unos días y, en su primera misa luego de su exilio, le han aplaudido, de pié. Aún no entiendo porqué.
Él mismo nos dice que la Iglesia ni siquiera lo reprendió. Que ni siquiera lo canalizaron a alguna terapia o tratamiento psicológico para remediar su evidente problema con el celibato. Que, en pocas palabras, nadie le dijo nada. Simplemente lo alejaron, esperando a que el torbellino se pasara, que la tormenta se calmara, para después, cínicamente, volver y decir que es un hombre nuevo, cambiado. Que ha dejado su pasado atrás.

“Lo del video y sus consecuencias fue un gran peso emocional para mí, pero yo sólo me enfrenté a ello, hay lugares para atender a los sacerdotes con situaciones similares pero no me ordenaron que fuera a uno de ellos. Simplemente me alejé y cuando sentí que ya había dejado todo atrás, pude volver”.

Luego de esto, nos dice que los medios se aprovecharon de él, cuando lo único que hacían era cumplir con su trabajo, el cual es informar y, evidentemente, el caso era noticia:

“En aquel momento fui utilizado por los medios de comunicación, la gente compraba el periódico sólo para leer el escándalo, pero nunca hablaron de las cosas buenas que hemos hecho por la comunidad”.

¿Porqué nadie mira la otra cara de la moneda y lo confronta con eso? Salomón Palma camina, según él con tranquilidad, por la ciudad, saludando a todo el mundo y su congregación lo aplaude, pero ¿y la gente que dañó? ¿y la familia a la cual lastimó de manera irremediable? ¿ellos pueden caminar tranquilos? ¿por qué a ellos no los aplauden? ¿ellos pueden “dejar todo atrás”, como el sacerdote Palma?
Yo lo que entiendo menos son los aplausos de sus feligreses. ¿Por qué le aplauden? ¿Será por incumplir una regla fundamental de su Iglesia? ¿Será por tener relaciones sexuales con una mujer casada y con hijos y además grabarse, a riesgo de que los videos se publicaran y esto le causara dolor a la familia de la mujer? ¿Será por no proteger una de las instituciones a las que la Iglesia Católica dice representar, es decir, a la familia? ¿O le aplauden por haberlos engañado a todos? Debe de ser una escena irónica ver a los feligreses haciendo fila para confesarle sus pecados al curita.

domingo, 17 de mayo de 2009

La muerte de un poeta


Acabo de enterarme de la muerte de Mario Benedetti. Murió en Montevideo, en su país natal, Uruguay, a causa de una complicación intestinal. No tenía idea, pero ahora leo que sus últimos días fueron dolorosos y tristes, ya que su cuerpo, sencillamente, lo abandonaba.
Escribió más o menos ochenta libros. Nada más y nada menos. De tantos libros, yo leí algunos que he apreciado mucho. El primero de ellos fue “La Tregua”, que, si no me equivoco, es de sus primeras novelas. Desde que recuerdo, mi familia lo ha tenido en casa y ya es parte de la misma. Me había acostumbrado a recordarlo como si estuviera vivo.
De esa novela y de sus libros de poemas, que es lo que más conozco, recuerdo, primordialmente, tres cosas: la sencillez, el humor, el pesimismo. La sencillez en sus palabras y en sus ideas y en la temática de su poesía: tan cerca de la vida diaria, del amor y el odio y el rencor diarios, que es imposible no sentirlos propios o no tener la sensación de mirarse en un espejo. El humor, que siempre está presente y que nos propone una forma distinta, quizá mejor, de mirar al mundo. Y, por último, el pesimismo, que para él, creo yo, siempre fue una mina de verdades y de certezas.
¿Se puede ser amigo de un escritor al cual uno no conoce en persona? Yo creo que sí. Cuando ese escritor, desde aquél lejano y desconocido país llamado Uruguay, escribe del amor y del sexo, del cansancio y del hastío, del trabajo y del ocio, no podemos más que reconocer que ha captado, en su escritura, un elemento común a todos los humanos que habitamos este desventurado planeta.
Ha muerto un excelente escritor. Lástima: ya no los hacen como antes.



jueves, 14 de mayo de 2009

El Camaleón



La casa no está en silencio. Las habitaciones son recorridas por inquietos visitantes que, principalmente en tríos compactos, hablan, discuten, casi en silencio, susurrando, cuidando que sus palabras no salgan del círculo cerrado. Cuidando las formas, los modos.
Algunos fuman sin tregua, encendiendo el cigarrillo con la colilla del otro. Quizá quieren creer que las palabras se disuelven como el humo. Quizá creen que las palabras salen de la boca y se elevan en el espacio, en el ámbito de la habitación, para después, mágicamente, doblegarse con sutileza, desaparecer tímidamente. Ya no son nada, se dice uno, con el cigarro erecto en su boca, el humo saliendo de su nariz. Uno gordo, de bigote espeso y barba rala, brilloso por el sudor: ya no están, piensa, leyendo el periódico, estamos seguros. Uno más flaco y con ojos profundos, completamente lampiño, piensa: ¿lo estamos?
La casa es de dos plantas: la parte inferior es la más amplia y ahí ocurre la reunión. La planta alta es más estrecha: está conformada por un laberinto de pequeños pasillos, iluminados por luces tenues y amarillentas, por donde, ocasionalmente, se ve una enfermera o un médico caminando nerviosamente, trayendo medicamentos, sueros, anestesias, hablando entre ellos, saliendo y entrando de uno de los numerosos cuartos. Es el cuarto en el cual agoniza un viejo lagarto, un camaleón que, diría él, en años mejores, disfrutaba de una omnipotencia e impunidad digna de un rey.
En días anteriores, el moribundo lagarto ha tenido una visita poco oportuna: una periodista. El Camaleón la recibió muy serio pero, secretamente, feliz y esperanzado. Esta clase de viejas bestias no acostumbran mucho al contacto con esos insidiosos y malintencionados bichos que son los periodistas, pero el Camaleón ha accedido, movido, quizá, por la curiosa sensación de debilidad que la enfermedad le ha concedido. Luego de una vida de estricta disciplina formal, de minucioso cuidado de los modos y, sobre todo, de las palabras, el viejo lagarto se dio la libertad de hablar un poco, solo un poco más abiertamente. En base a monosílabos y cuidando no atacarse a sí mismo, no manchar su memoria, el que antes fuera el Rey de los Lagartos comienza a hablar, primero sutilmente pero después, dejándose llevar por los dardos de la periodista, con mas atrevimiento, acerca de otros camaleones de influencia: él robó, él se vendió al narco, este otro fue corrupto, el de mas allá solapó la corrupción de su familia.

No debo olvidar la regla de oro: nunca atacarse a uno mismo. Caray, a mí que me cuentan, si yo vengo del fondo del hormiguero. Yo ayudé a cavarlo.
Sí. Sí, un dedicado obrero. Una hormiga, eso fui. Un hombre de Partido, carajo. A la mierda el mundo siempre y cuando mi Partido, la Manada, se salve: la nación se va a la mierda, pero el Partido, la Jauría, ahí está, inmóvil como una roca gigantesca, como un pilar muy fuerte que nos sostiene a todos. Nada más importa.
Dicen que nos quitaron del poder. Todos son unos pendejos. Nada más que pendejos. Y ciegos, además. A nosotros nadie nos quita, nosotros formamos este puto país, bola de cabrones, bola de ciegos. Tendrían que agradecernos. Nosotros formamos el hormiguero, nosotros creamos las reglas del poder, fuimos sus pioneros. Estamos en la estructura, bola de ciegos cabrones, ahí estamos. El poder dirá otras cosas, pero las dice con nuestra voz. Todavía tiene nuestro rostro, nuestro gesto. Su piel, la piel del poder, todavía es piel de camaleón. Son nosotros, pendejos.

La casa está en silencio. Un teléfono suena: es la llamada que tarde o temprano tendría que llegar desde el fondo del hormiguero. Alguien cercano al Camaleón contesta, preocupado. La voz es perfectamente audible: resuena en toda la casa:
-Que diga que está enfermo. Que no supo que dijo. Que se haga pendejo un rato. Que diga estoy enfermo y no pienso bien, mis capacidades intelectuales están mermadas: la periodista se aprovechó. Que se ataque un poco a sí mismo, que rompa la regla de oro: a fin de cuentas, nada pierde, ya se está muriendo.

El Camaleón tiene los ojos cerrados, pero no duerme. Está recordando aquellos viejos tiempos, aquéllos buenos tiempos en los que él era el jefe, el líder, el Camaleón supremo. El Dignísimo Señor Presidente Miguel de la Madrid Hurtado. El Impune.

Evidentemente, esto es una escena de ficción. Yo no sé donde está convaleciendo de la Madrid, si en un hospital o en su casa. Yo no sé cómo es la casa de De la Madrid. Yo no sé qué dijo ni qué piensa. No sé tampoco si su casa está llena de señores preocupados. Es, sencillamente, que al leer esta entrevista, que le hiso Aristegui a De la Madrid hace unos días, me llega esta imagen a la cabeza: el político viejo y corrupto, con una cola kilométrica que le pisen, diciendo, al menos, parte de la verdad que él conoce porqué el participó en ellas. Me viene a la mente la imagen de ese PRI, fiel solamente al poder y que tanto daño le ha hecho a este país en tantos sentidos pero, principalmente, en el aspecto psicológico, mental: la sensación de que solo el que tranza avanza y de que este país no tiene solución. Esa es la herencia del PRI.


Más noticias relacionadas con el tema, aquí, aquí y aquí.

lunes, 11 de mayo de 2009

El crimen del Padre Cutié


En Miami, esa cálida ciudad norteamericana, vive Alberto Cutié, quien es un joven sacerdote (cuarenta años), hijo de cubanos que salieron de la isla a causa del huracán Castro, en dirección a Puerto Rico, en donde el ahora muy famoso padre nació. Este sacerdote es muy conocido por la comunidad latina en los Estados Unidos a causa de una serie de programas, tipo Talk Shows, en donde el dicho Padre ayuda a sus invitados a resolver problemas de tipo sentimental y un largo etcétera.
Hace unos días, la revista TVNotas ha publicado unas fotos en donde el Padre Alberto se besa y se toca con una misteriosa chica, mientras retozan en la playa. La portada de la revista se pregunta “¿y el celibato?”, con una de las fotos en cuestión como fondo. Alberto Cutié ha admitido la veracidad de tales fotos y ahora dice que está enamorado de aquella chica y que “no pedirá perdón por amar”.
El caso ha hecho renacer el debate en torno al celibato en la Iglesia Católica. The Miami Herald ha publicado un sondeo, en donde el 74% de los encuestados dicen estar en desacuerdo con el celibato obligatorio para los sacerdotes católicos y a favor de la relación entre Cutié y la chica de la playa.
Siempre ha sido un tema polémico y, en realidad, en la Biblia no existen argumentos a favor del celibato, ni en el Antiguo Testamento ni en boca de Jesús o de alguno de sus apóstoles. Entonces, ¿por qué existe?
Fue a mediados del siglo XVI, durante el Concilio de Trento, cuando esta regla católica fue establecida ya formalmente y de la manera en la cual la conocemos. Esta característica de los sacerdotes católicos no es común a todas las confesiones cristianas, ya que, por ejemplo, la Iglesia Ortodoxa, que cuenta con 225 millones de fieles, principalmente en la zona de Europa del Este, si admite que sus sacerdotes se casen, siempre y cuando esto ocurra antes de ordenarse, que sea con una mujer de “buena fama” y, por último, que sea la primera y última vez en que se casan. Muchas confesiones protestantes también admiten el matrimonio de sacerdotes con condiciones similares.
La Iglesia Católica, por su parte, adoptó el celibato por varias razones: disciplina; la aspiración de irreprochabilidad en los sacerdotes; evitar problemas como, por ejemplo, que los hipotéticos hijos de sacerdotes reclamen, como parte de la herencia, a la misma parroquia y otros bienes de la Iglesia, etcétera. Sin embargo, el mundo ha cambiado y va por otros rumbos, inevitablemente.
Esto es un tema que compete, más que a nadie, a los católicos, entre los cuales no me cuento. Son ellos, los fieles católicos, los que tratan de vivir conforme al modelo que tal Iglesia les presenta, los que tienen más peso en este debate y quienes deben de tener la última palabra. Mi opinión es la de un respetuoso pero, a fin de cuentas, externo observador: no creo que el celibato ayude a ser mejores personas a los sacerdotes, ya que, sencillamente, se les niega el sano desarrollo de una necesidad psíquica, de un impulso natural que, bien llevado, no tiene porqué ser sucio o reprochable.
Siempre me he preguntado cómo es que los sacerdotes dan consejos acerca del matrimonio, consejos que son muy tomados en cuenta, siendo que no están casados. Si no tienen el conocimiento práctico de lo que implica un matrimonio, entonces, ¿Cómo pueden saber qué cosa recomendar? El celibato les niega, pues, un conocimiento imprescindible al momento de actuar como guías espirituales y un derecho que adquieren al momento mismo de nacer: ejercer su sexualidad de manera responsable y enamorarse sin miedo a un escándalo como el protagonizado por el desdichado Padre Alberto.
Mi humilde recomendación para el sacerdote enamoradizo de Miami, ciudad llena de tentaciones carnales, por cierto, es la siguiente: cuelgue los hábitos, cásese y siga adorando a Dios desde la comodidad de su casa, acompañado de su amada, y deseada, consorte.

sábado, 2 de mayo de 2009

De la influenza y los latidos de mi corazón



En el siglo XIV, en los puertos de Europa, era posible observar una imagen tan tétrica como, curiosamente, poética: barcos en donde, luego de la travesía, nadie quedaba con vida, a causa de la terrible peste negra. Cuando embarcaban, desde Europa del Este, alguno de los marineros llevaba en su sangre la terrible muerte y toda la tripulación era consumida. La peste negra causó la muerte de la mitad de la población de la Europa de aquellos años: 25 millones, el equivalente aproximado a la población de la Ciudad de México. Causó, además, más de 30 millones de muertos en África y en Asia, en donde, presumiblemente, se originó la dichosa enfermedad (¿porqué todas se generan en Asia?)
Evidentemente, no estamos en tal situación. Al menos, aún. Pero ya existen voces, de médicos y epidemiólogos, que hablan de una “mutación” del virus. Es decir, el virus se volvería más letal. Ya comienzan a verse lo que se llama “cepas resistentes”, es decir, generaciones de virus que se han adaptado a los medicamentos que actualmente se están utilizando para combatirlos.
Hasta el momento y a mi parecer, el Gobierno de México (el normal, porque yo me pregunto, haber Lopitos, según tu eres Presidente, pero ¿Qué estás haciendo?) ha controlado bien la situación. La suspensión de las clases a nivel nacional y el cierre de cines y bares y centros nocturnos me parece acertado, un reflejo rápido, que responde, además, a las instrucciones de la Organización Mundial de la Salud, que está compuesta (¿se han fijado?) de casi puros orientales: es decir, gente curtida en estas batallas.

Pero, ¿qué es lo peor que podría suceder? Javier Sampedro ha publicado un texto interesante acerca de esto, que ha salido en El País. Les recomiendo que le den una buena leída. Básicamente, nos dice que hay tres variantes de crisis: primero, que el virus mute y se vuelva más resistente y letal, cosa que podría ocurrir más bien rápido, dado que la vacuna aún está lejos; segundo, la crisis económica profunda, de la cual ya se ven indicios; la tercera, la irracionalidad humana.
Como suelo ser pesimista, este caso no es la excepción. No soy experto en virus (en nada) pero me late que éste muta; no soy economista, pero me da un fuerte latido en el corazón pacheco a que la crisis aumenta; no soy sociólogo, pero estoy convencido de que el ser humano sigue siendo bastante bestial e irracional.



Los signos no nos favorecen. Y, ahora, ¿Quién podrá salvarnos? ¿Llegarán los cruceros por el Caribe repletos de muertos?