domingo, 26 de julio de 2009

¿Las Golondrinas para el Times?


El último número de la revista mexicana Letras Libres, la cual dirige Enrique Krauze, se titula, creo yo de manera incorrecta, “Adiós a la prensa” y su tema principal, su “convivio”, es el impacto que Internet está teniendo en la prensa tradicional. He leído tres de los ensayos y me han resultado muy interesantes.
El primero, de Paul Starr, quien es profesor de la Universidad de Princeton, es, podría decir, el más pesimista con respecto a la influencia de Internet en el periodismo. El título es revelador: “Adiós a la era de los periódicos (Bienvenida una nueva era de corrupción)”. Luego de una muy interesante narración de la historia de los periódicos y de un análisis bastante amplio de los mecanismos de sostenimiento económico de los mismos, surge su idea principal en contra de Internet: el casi inexistente periodismo de investigación en la red. Ese periodismo serio, generado en investigaciones lentas y complejas, ese periodismo que logra, muchas veces, tumbar gobiernos corruptos o al menos destapar grandes escándalos, no es viable en Internet porque resultan muy caras, necesitan de un financiamiento importante que la red no puede generar. Los periódicos y demás publicaciones que han intentado adaptarse a Internet (prácticamente todos), han visto que sus lectores aumentan muchísimo a nivel mundial, a niveles muy altos que nunca habrían imaginado sin las nuevas tecnologías, pero el problema es el dinero: no es igual de rentable y, por lo tanto, periódicos importantes como The New York Times o The Washington Post, no pueden sostenerse con los gastos de antes y comienzan a disminuir sus investigaciones, la duración y la amplitud de las mismas. En cuanto a la amplitud, se está reduciendo el número de corresponsales extranjeros ya que, sencillamente, resultan muy caros.
El segundo de los ensayos es un tanto más favorable para Internet, aunque también sopesa sus peligros. Lo escribe un periodista de The Economist, Gideon Lichfield, y se titula “El futuro del periodismo”. Es importante el título, ya que Lichfield, a diferencia del anterior, gasta menos tinta (o menos bytes) en quejarse de Internet y en cambio propone algunas soluciones para el problema de la baja rentabilidad del periodismo en línea, al menos comparada con las ediciones en papel. Una idea interesante es la de los “micropagos”, que ya es utilizada por algunas publicaciones, si bien se trata de cosas especializadas. Así como alguien puede pagar por una canción descargada de Internet, en iTunes (tienda virtual), se podría cobrar una baja cantidad por artículo. El problema es que la canción se escucha una y otra vez, mientras que un artículo se lee y se guarda, quizá, pero no se lee una y otra vez. E incluso, se guarda si ha gustado, solamente. Al final del artículo, toma una posición imparcial y no tan catastrófica como Starr:

“ Tenemos aquí, entonces, un ejemplo claro de cómo el modo de producción puede influir en la naturaleza del producto. El periodista y el periódico no son el periodismo: son simplemente una de las formas encontradas para la difusión impresa, e incluso dentro de ese marco sus papeles han cambiado de acuerdo con los variados modelos comerciales. Claro que un miembro típico del populacho no llegará a ser un gran periodista, así como no será gran cirujano o pintor, pero eso no supone que el periodismo no se hará con otros métodos y por medio de personas que no sean periodistas”.
El tercero de los ensayos, lo resumo: Jesús Silva-Herzog Márquez habla del impacto de internet en los diarios mexicanos y de las no muy buenas credenciales de los mismos para dárselas de “faros de la democracia”.

Mi opinión: Internet es imparable. No hay más que hacer en contra de él, así que mejor dejemos de quejarnos. En los próximos años, como es de todos conocido, la Red crecerá aún más, cada vez más y esto hasta que el mundo se nos acabe. Amén.
No creo que los periódicos tradicionales desaparezcan del todo, aunque sí es seguro que muchos lo harán. Si así es, será una lástima pero, al menos yo, no veo razón alguna para pensar que ese “periodismo de investigación” que Starr tanto echa de menos no pueda aparecer en Internet. Sencillamente, es un cambio de transmisor, pero la investigación sería la misma.
Eso sí, que a los libros ni me los toquen ¡¡¡

viernes, 17 de julio de 2009

La memoria traicionada


Los humanos somos muchos, pero la gente famosa es, en comparación, poca. Ahora bien, de esa gente famosa se distinguen dos tipos: aquellos que son famosos en la actualidad que les tocó y aquellos que se convierten en símbolos o mitos, o bien, dicho en otras palabras, en personajes históricos, a los cuales se les recordará por muchos siglos e incluso, si el caso lo amerita, por milenios. Esa categoría la han alcanzado personas ciertamente extraordinarias, como el misterioso Jesús de Nazaret, el aguerrido Mahoma de No se donde nació o el meditabundo Buda. Si menciono a este trío de iluminados y no al chaparrito de Napoleón o al mocho de Van Gogh, seres indudablemente históricos, es porque el tema de la entrada involucra a aquellos y no a estos. El tema de la entrada es (tambores expectantes…): la corrupción de la memoria de los seres históricos. Suena aburrido pero, quizá, no lo es.
Tomemos el caso más próximo a nosotros: Jesús, alias el Cristo. Este hombre, sencillo, humilde y evidentemente muy sabio, recorrió hace dos laberínticos milenios los desiertos de lo que hoy es Israel y los territorios palestinos, predicando algo bastante básico y de fácil comprensión: amaos los unos a los otros. Simple. Light. Luego, murió cruelmente y un grupo de hombres y mujeres vendrían después de él a torcer su palabra guiados… por sus palabras. Se creo entonces una enorme y divina burocracia llamada Iglesia Católica que, seamos sinceros, han sido bastante criminales a lo largo de los siglos: han torturado a muchísimas personas por pensar de distinto modo, han sometido a pueblos enteros por medio de la violencia y de la corrupción, han matado (por medio de los procedimientos mas creativos que se pueda) a ciertas personas que hubieran podido haber aportado mucho conocimiento a nuestra especie, han callado ante crímenes imperdonables (caso del Holocausto en contra de los judíos en la Segunda Guerra), etc etc etc. Yo pienso, en serio, que si ese hombre llamado Jesús viera las complicaciones en las que se han metido sus seguidores, sería el crítico más duro del Vaticano, sería el primero en levantar la voz y decir algo como “pero hijos míos, que coño hacen…”.
Al principio mencioné a los tres representantes religiosos porque son personajes en los que la gente basa su pensamiento y su actuar. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿Qué tanto sabemos de ellos, en realidad? ¿Qué tan fidedigno y cercano a la realidad es lo que nos cuentan? Si esos seres estuvieran vivos, ¿estarían de acuerdo con la imagen que tenemos acerca de ellos y con lo que hemos hecho con su memoria?

lunes, 13 de julio de 2009

Todo es vanidad..

No hay nada más misterioso que la realidad. Nada más indescifrable. Desde que comenzó nuestra difícil carrera por este mundo, los de nuestra especie hemos intentado comprender lo que nos rodea, lo que nuestros sentidos captan. Para ello, hemos creado a las religiones, esos fantásticos sistemas de pensamiento mezclado con un mucho de imaginación. Hemos creado a la ciencia, ese faro que en ocasiones se divierte con nosotros, preparándonos trampas de las que siempre salimos heridos. Hemos creado tantas cosas y nos hemos esforzado tanto, pero no debemos sentirnos tan superiores y caer en la vanidad, puesto que nuestros ojos, nuestra mirada, sigue sin poder penetrar el meollo del asunto: ¿para qué estamos en el mundo?
A la mejor, si tuviéramos la respuesta a esa pregunta en nuestras manos, como un extraño mineral, podríamos comprenderlo todo y no vivir en este constante signo de interrogación. Entendiéndonos a nosotros mismos entenderíamos el mundo. Pero bueno, el camino aún es muuuuuy largo…


El PRI se metió hasta la cocina. Ya sé que es tarde para escribir de tal catástrofe, pero sucede que mi mente es bastante inestable y por lo tanto, tardé un tiempo en asimilar el shock y la frustración que, no lo voy a negar, me anegaron.
La razón de tal desdicha no es que haya perdido tan feamente el PAN, cosa que era un tanto predecible dado el desgaste que el ejercicio del poder siempre genera y el valle de lágrimas, con esporádicos sembradíos de hierba mala, que estamos cruzando. Lo que me acongoja es que no haya sido una derrota “variadita”, es decir, si hubiera ganado el PRI pero también el PRD y el PAN más o menos parejo, todo hubiera estado mejor. Ni siquiera los candidatos que se veían muy seguros en el PAN, como Juan Blanco, Pepe Vásquez en Cuauhtémoc y algunos otros, pudieron salirse con la suya. A nivel nacional, los blanquiazules perdieron la siempre blanquiazul Guadalajara y las gubernaturas de Estados que ya gobernaban (a la mejor con los pies y esa fue la razón de la debacle). Pareciera una vuelta al pasado de la sociedad mexicana.
Sin embargo, no deben de sentirse tan orgullosos los militantes de ese viejo partido, ya que con una votación tan pero tan baja, no pueden aún decirse nuestros “voceros”.

La enfermedad de la juventud



Oliveira y yo aprovechamos el acontecimiento de que mi novia cumplía años y para tal ocasión compramos una respetable cantidad de cerveza. Contábamos, además, con el auxilio de un vodka de dudosa reputación y de varias cajetillas de cigarros cuyos cadáveres yo descubrí a la mañana siguiente, en la parte frontal de mi casa que sirvió como escenario. Luego de que estas bebidas fueran debidamente tomadas y los cigarrillos debidamente quemados, mis pasos y los de Oliveira eran más bien tumbos y tropiezos y, para acabarla de amolar, comenzamos a hablar de temas “profundos”. Estábamos inspirados: en unos cuantos minutos, realizamos un pormenorizado examen de la complicada situación política de nuestra nación y poco nos faltó para encontrar la solución contra tantas inclemencias. En un país como el nuestro, ya es mucho pedir.
Entre todo lo dicho, se habló del idealismo y de cómo esa palabra va perdiendo su significado conforme pasan los años. Es como si el idealismo, esa forma de entender el mundo como un lugar digno de lucha y con altas posibilidades de cambiar a mejor, fuera una especie de enfermedad que se cura con los años: sencillamente, la juventud no piensa en el tiempo y en sus consecuencias, y por lo tanto, nuestros planes no acostumbran llevar, en su análisis, un recuento de fuerzas y posibilidades. En pocas palabras, pensamos tener la vida por delante, lo cual es cierto pero, por desgracia, nosotros los humanos vivimos aprox setenta años y setenta años son realmente pocos, pensándolo bien. Para la gente que “ya va de salida”, las cosas son diferentes.
Me decía Oliveira que “los viejos” siempre se excusan alegando que ya su tiempo a pasado, que ellos hicieron lo que pudieron y que tienen un pié aquí y el otro en el más allá. Sin embargo, no son excusas o pretextos: es la pura verdad. Su tiempo vital se está acabando y ya no es tan fácil soñar que el mundo cambiará, que será mejor por algo que nosotros hagamos. Ciertamente, tendremos que aprovechar el tiempo que nos queda para “idealizar” al mundo y tratar de cambiarlo lo más que se pueda. O lo más que se deje.

sábado, 4 de julio de 2009

Los bailarines


Las campañas electorales siempre son una fiesta para los especialistas en mercadotecnia. Sencillamente, se inspiran y sacan a relucir sus mejores trucos y tretas para decirnos que tal candidato es superior, por mucho, a los demás: que es más honesto, mas inteligente, mas experimentado. Además, quieren convencernos de que es más alegre y jovial, y por eso vemos nuestras ciudades repentinamente inundadas de sonrisas y rostros afectuosos. No pueden ser tan buenos, nos decimos, parecen sacados de una burbuja, nadie sonríe todo el tiempo, como idiota, en la vida real. Nos quieren engañar, pensamos. Y es cierto.

Pero no los culpemos, seamos comprensivos: nosotros haríamos lo mismo si estuviéramos en su lugar. Se trata de una carrera, de una competencia, de un mercado, si quieren llamarlo así: ganará aquél que sonría mas cándidamente, aquél que tenga mejor imagen y también aquél que sepa hablar lo que la gente quiere escuchar: que diga muchas veces las palabras “democracia”, “sociedad”, “progreso”, “desarrollo” y otros muchos conceptos que, en boca de estos “bailarines” como los llama Milán Kundera en su novela “La lentitud”, pierden su significado y se convierten en espejismos.

Pero creo que no soy el único que pensaría en votar por un candidato que no pareciera candidato: uno que rompiera todos esos moldes y que nos hablara, para decirlo en pocas palabras, “con los pelos en la mano”. El primer cambio importante, sería que se atreviera a sacarse fotos sin estar sonriendo como piraña todo el tiempo (vease, como ejemplo, la foto de Lupita Pérez, candidata del PRI para diputada federal en mi distrito, en Cuauhtemoc, Chihuahua. ¿Alguien en su sano juicio mostraría públicamente esa vampiresca dentadura? Desgraciadamente, no pude conseguir la imagen, pero lo puedo describir como la encarnación de Drácula en tiempos modernos).

viernes, 3 de julio de 2009

Mas pronto cae un hablador que un cojo..


Argentina, el país que nos cerró las puertas a los mexicanos y que apoyó, desde el Gobierno de la Presidenta Cristina Kirchner al menos, una campaña sucia y basada en información falsa en contra de nuestro amado terruño, México Lindo y Querido, ha reconocido ahora, nada menos, que cien mil infectados del virus A H1N1. La “influenza mexicana”, como ellos le llamaban, a adoptado una nueva nacionalidad y ahora juega al fútbol, es engreída y dice “pero che…”
No es que me dé gusto, evidentemente, pues al final de cuentas, se trata de una tragedia. No me da gusto la tragedia que viven ahora los habitantes de Argentina, que se ven en los metros con los tapabocas (que ellos llaman, curiosamente, barbijos) y ahora piensan en cerrar cines, teatros, estadios, colegios, etc, igualito que lo hicimos en México pero antes de tener 100 000 infectados. La desgracia ajena que me causa regocijo es la que se le viene encima a la Presidenta Kirchner, la cual me cae bien gorda y además es chavista y abraza y besa a Hugo el Soberano cada que lo ve, que es cada vez que necesita dinero.
En Argentina, hace unos días, hubo elecciones intermedias y en las mismas, el partido de la Presidenta perdió garrafalmente. Al parecer, Cristina y su che gobierno ocultó la cifra real de los infectados para, de este modo, no ser apaleados electoralmente e incluso en otras modalidades. Igual, fueron apaleados y, al día siguiente de las elecciones, la ahora ex ministra de salud, una tal Ocaña, renunció inmediatamente, para darle paso a un pobre hombre que asumió la dirigencia del enfermizo Ministerio. Este nuevo ministro de salud, llamado Juan Manzur, tardo cuatro horas en declarar públicamente la verdadera situación.
Yo supongo, al menos, que ante una mentira tan grande, los argentinos, que no son nada mansitos, se quejaran y se quejaran hasta, quizá, tumbar al gobierno de los Kirchner. Si así resulta, ya algo bueno habrá dejado esa desangelada pandemia.