viernes, 18 de marzo de 2011

La espera


Nos preguntamos, de noche, de día, solos o en medio de una conversación, ¿qué cosa nos espera en las horas, los días, los años que vienen? ¿Qué cosa nos espera? ¿Quiere esto decir que estamos seguros de que los acontecimientos nos están “esperando” en algún lugar? Nos referimos, constantemente, al tiempo como un lugar, o, cuando menos, como un territorio en donde hay lugares, puntos de encuentro, de cruce; sitios marcados a donde habrán de llegar mis pasos y los tuyos, misteriosamente, siguiendo quien sabe que rastro, quien sabe que afanes. El tiempo, al menos para el lenguaje de todos los días, tiene sus escaleras, sus calles y también sus callejones sin salida. De vez en cuando, un balcón maravilloso, desde donde observamos el curioso espectáculo de la ciudad del tiempo, intrincada y populosa como ninguna otra.

Según esa concepción, estamos en un lugar determinado del tiempo y las cosas que nos pasarán están ya allí, aguardando a que les demos vida, a que las toquemos con nuestro presente. Llevamos una neblina espesa que no nos deja ver mucho, o bien sucede que, siguiendo con la metáfora de la ciudad del tiempo, no podemos ver más allá de aquella esquina en donde habremos de doblar para encontrarnos con la máscara sonriente o terrible de nuestro futuro. ¿En qué lugar de la ciudad me estás esperando tú? ¿O quizá no sabes que me esperas y simplemente caminas, al igual que yo, tan sólo por sentir, una y otra vez, el vertiginoso placer de perderte entre las calles, entre las sombras?

Espero encontrarte pronto y que, cuando te vea, logre reconocerte. Espero que no hayas cambiado demasiado, sólo lo suficiente, sólo lo inevitable, y que no hayas encontrado un exceso de navajas, de polvaredas y de ladrones en tu senda hacia mí. Ojalá que no hayas dejado olvidado algo demasiado importante en algún rincón de la invisible ciudad del tiempo.

2 comentarios:

Taun We dijo...

El tiempo suele ser nuestro mejor aliado para algunas cuestiones y sin embargo para otras se vuelve el peor de los enemigos...

Y pensando que la vida es un transitar inevitable por esta ciudad misteriosa que nos lleva al futuro, creo que me he quedado al filo de un semáforo. No me muevo a ninguna parte y todo sigue su curso...

Buenas letras.

Saludos.

Alexandro dijo...

No desesperes: los semáforos siempre te dan, tarde o temprano, la luz verde. Así que atenta.

Saludos a ti.