domingo, 6 de febrero de 2011

Dos libros de Mario


Terminé de leer, hace apenas unos días, dos libros de Vargas Llosa: por un lado, su última novela, El sueño del celta, y por el otro Historia de Mayta, escrita en 1984. Que enorme diferencia y, sobre todo, que diferencia tan ejemplar hay entre estos dos libros, que salto, o descenso, tan notorio en lo que se refiere a la calidad.

En muy resumidas cuentas, El sueño del celta narra la biografía de una magnífica figura de la historia de Irlanda: Roger Casement, quien fue un promotor de los derechos humanos y, ya en la última etapa de su vida, un activista de la independencia de Irlanda frente a Inglaterra, que en aquél entonces mantenía a Irlanda como una colonia. Roger Casement, en búsqueda de aventuras, viaja, primero, al Congo, que estaba bajo una férrea dominación belga, y ahí encuentra algo muy parecido al infierno, en donde los congoleños eran explotados, brutalmente, por sus dominadores europeos. Pero no será nada comparado con lo que verá en su siguiente viaje, esta vez a la Amazonía peruana, al llamado territorio del Putumayo, en donde, de nuevo, es testigo, de primera mano, del horror y la miseria a la que pueden llegar los seres humanos, en esta ocasión los indígenas amazónicos. Después de tan duras experiencias, Casement vuelve a su natal Irlanda con la firme idea de no permitir que la colonización cause los mismos efectos en los irlandeses que él había visto que causaba en los africanos y en los indígenas de América: la pérdida total de la dignidad, de la conciencia y, en cierto modo, de su humanidad. La historia que narra Vargas Llosa es muy buena, pero la narración en sí es bastante deficiente, más aún si la comparamos con todas sus novelas anteriores, en las cuales había mantenido, siempre, una tensión admirable, una constancia casi increíble de calidad y profundidad narrativa. Para mí, que casi he leído todas las novelas de este autor, este su último libro me parece el peor.

Que diferencia con Historia de Mayta, novela que, en verdad, no pude soltar apenas la comencé, completamente inmerso y como hipnotizado por la fuerza, el dinamismo, la pasión de lo que se narra. Otra vez en resumidas cuentas: Alejandro Mayta es un experimentado, pero pareciera que inútil, revolucionario comunista, que ha pasado su vida entera conspirando sin pasar a la acción, sin pasar, pues, a la Revolución. Hasta que conoce a Vallejos, un subteniente con ideas de izquierda que cree, como Mayta, que el Perú podrá desarrollarse solamente a través de la lucha armada, de la acción revolucionaria. Pero a diferencia de Mayta, Vallejos es joven todavía, animoso, con liderazgo y con la suficiente buena labia como para convencer al viejo conspirador y entonces vengar, dicen ellos, al pueblo en contra de los imperialistas que los dominan. Lo que se cuenta es real: Vargas Llosa explica que, estando en París, leyó sobre un esporádico levantamiento en los Andes peruanos y que, años después, investigó y se documentó sobre dicho suceso para después, ojo, fantasear y escribir una novela. Corrijo entonces lo dicho: lo que se cuenta esta basado en hechos reales, pero no sucedió de tal manera, sino que desordena los hechos, los cambia, los exagera o bien agrega totales mentiras, creando así un texto en donde todo es falso pero, al mismo tiempo, tan realista, tan creíble, que el mismo lector (al menos este lector) se pregunta, de pronto, si está leyendo una ficción o un reportaje periodístico.

El libro narra una ficción pero, intercalados con los fragmentos novelescos, hay entrevistas, crónicas de viajes y de encuentros que fueron realidad, que Mario cuenta en primera persona porque, en efecto, sucedieron cuando el escritor investigaba sobre lo que pasó, pero de distinto modo: ha cambiado nombres, situaciones, quizá palabras, pero el sentido es el mismo. Y después, el final de la novela: un choque con la realidad. Mario cuenta, en el último capítulo, su encuentro (este sí real) con Alejandro Mayta, inspiración para su personaje. La breve conversación que se da entre los dos, entre Mario y Mayta, es fascinante pero cruel y dolorosa de tan realista. Un excelente final que, claro, no contaré.

Lo que le falta al Sueño del celta es lo que hace maravillosa a Historia de Mayta: la literatura, la versátil y plástica utilización del lenguaje al momento de describir paisajes, personajes, situaciones. Al Sueño le falta, sobre todo, la eficacia del lenguaje y del manejo del mismo (la técnica narrativa) que le sobra a Historia de Mayta, libro que recuerda, en el sentido formal, a los mejores fragmentos de Conversación en La catedral o, incluso, La guerra del fin del mundo.

Entiendo que Historia de Mayta no fue la novela más celebrada de Vargas Llosa, y que fue vista, incluso, como una novela menor: quizá la razón es el tema político, la terrible y mordaz crítica a la izquierda que Vargas Llosa hace, o dicen que hace, en esta narración. Yo, en verdad, pienso que es de sus mejores libros y debo decir que me emocioné hasta las lagrimas con algunos fragmentos y que lo que Mario hizo con este libro, narrar la bella muerte de las ilusiones, me salvó del frío glacial de estos días, mientras lo leía en mi casa que, por el mencionado frío, se había quedado sin agua, sin gas y, de a ratos, sin luz eléctrica.

2 comentarios:

Taun We dijo...

Al menos supiste aprovechar el tiempo, este frío tiempo que nos saco de nuestras rutinas.

Buenas letras y excelente comparación.

Saludos grandes.

Alexandro dijo...

Pues a pesar de ser un muy buen libro, fue una lectura un tanto incómoda: los dedos se me congelaban hasta doler, en esta casa que era como un refrigerador.