sábado, 2 de mayo de 2009

De la influenza y los latidos de mi corazón



En el siglo XIV, en los puertos de Europa, era posible observar una imagen tan tétrica como, curiosamente, poética: barcos en donde, luego de la travesía, nadie quedaba con vida, a causa de la terrible peste negra. Cuando embarcaban, desde Europa del Este, alguno de los marineros llevaba en su sangre la terrible muerte y toda la tripulación era consumida. La peste negra causó la muerte de la mitad de la población de la Europa de aquellos años: 25 millones, el equivalente aproximado a la población de la Ciudad de México. Causó, además, más de 30 millones de muertos en África y en Asia, en donde, presumiblemente, se originó la dichosa enfermedad (¿porqué todas se generan en Asia?)
Evidentemente, no estamos en tal situación. Al menos, aún. Pero ya existen voces, de médicos y epidemiólogos, que hablan de una “mutación” del virus. Es decir, el virus se volvería más letal. Ya comienzan a verse lo que se llama “cepas resistentes”, es decir, generaciones de virus que se han adaptado a los medicamentos que actualmente se están utilizando para combatirlos.
Hasta el momento y a mi parecer, el Gobierno de México (el normal, porque yo me pregunto, haber Lopitos, según tu eres Presidente, pero ¿Qué estás haciendo?) ha controlado bien la situación. La suspensión de las clases a nivel nacional y el cierre de cines y bares y centros nocturnos me parece acertado, un reflejo rápido, que responde, además, a las instrucciones de la Organización Mundial de la Salud, que está compuesta (¿se han fijado?) de casi puros orientales: es decir, gente curtida en estas batallas.

Pero, ¿qué es lo peor que podría suceder? Javier Sampedro ha publicado un texto interesante acerca de esto, que ha salido en El País. Les recomiendo que le den una buena leída. Básicamente, nos dice que hay tres variantes de crisis: primero, que el virus mute y se vuelva más resistente y letal, cosa que podría ocurrir más bien rápido, dado que la vacuna aún está lejos; segundo, la crisis económica profunda, de la cual ya se ven indicios; la tercera, la irracionalidad humana.
Como suelo ser pesimista, este caso no es la excepción. No soy experto en virus (en nada) pero me late que éste muta; no soy economista, pero me da un fuerte latido en el corazón pacheco a que la crisis aumenta; no soy sociólogo, pero estoy convencido de que el ser humano sigue siendo bastante bestial e irracional.



Los signos no nos favorecen. Y, ahora, ¿Quién podrá salvarnos? ¿Llegarán los cruceros por el Caribe repletos de muertos?

1 comentario:

Felipe Oliveira. dijo...

Quiza no lleguen barcos con gente muerte, quiza solo pongan un mega domo de cristal que cerque el territorio de México tanto en aire, tierra y mares. Que nos pongan en una burbujita nosotros lidiamos el problema y se acabo la bronca.

Bueno ya sabemos que tampoco pasara eso!

Nos vemos pues. te quiere tu tambien unico lector, o almenos el que no tiene cosa mejor que hacer que poner un comentario, aunque no le aplique mucho seso jeje.

Se cuida.