miércoles, 13 de abril de 2011

Aquí

Aquí, en estas tierras ennegrecidas o rojizas o amarillentas, la gente desaparece. En mi ciudad, la gente se esfuma, como si un rayo invisible (que todos ven) los convirtiera en nada. O en memoria adolorida, quejumbrosa. Es algo tan triste, tan exento de palabras, tan difícil de pensar. La cacareada “violencia”, el torbellino, la sinrazón, la estupidez de las balas. La violencia. Es tan triste. Un hombre bebe en un bar. Es un hombre tan malo o tan bueno como lo es cualquiera. Mañana y tarde, el trabajo. En la noche el bar, unos tragos, pláticas desordenadas, simples. Después, la casa. Tiene un hijo que hoy aprendió a escribir su nombre y el padre se siente bien por ello. Tiene una esposa. A veces es feliz. A veces desea poder darle la vuelta al tiempo. Es tan triste. Unos hombres entran y el trago se le cae de las manos. Todo le parece un sueño. Una bala en el cuello: la sangre, profusa, espesa, sobre la barra. Da la espalda y le llueve. Una le destroza la cabeza. No supo nada, no comprendió nada. No supo quién lo mató. Nadie lo va a saber. Es tan triste. Un camión de pasajeros, la carretera interminable, a los lados un desierto polvoriento. Es un camión lleno de nombres y de memoria. Algunos duermen: soñarán que han llegado, soñarán su vida. Los paran, los bajan a todos y se los llevan. No hay modo de resistirse. Días, semanas después, el viento descubre sus rostros en la arena. Es tan triste. O pagas o quebramos a tu familia, escucha el comerciante: paga. El primero sale forzado, pero sale. El segundo pago se dificulta: el primero desestabilizó la tienda, no se le pudo dar vuelta. Un día, fatal, previsto en pesadillas, desaparece el hijo. Reciben en casa una grabación, sin video: su hijo grita de dolor, se escuchan los golpes, el llanto, el terror. Hay que sacarlo, hay que recuperarlo. Venden lo que sea, piden prestado, hipotecan. Semanas después lo recuperan, lo abrazan. Pasa un mes y ahora quieren más, no están satisfechos, ya sabes que te la cumplimos. Es tan triste. Hierve la sangre: uno quisiera matar a quienes matan, uno quisiera convertirse en el daño para contrarrestar al daño. Uno quisiera callarse y callado morir de hambre.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

me parece buen texto, definitivamente!

Carmen Troncoso Baeza dijo...

Es casi real o no?

Alexandro dijo...

Demasiado real, diría yo.