viernes, 17 de julio de 2009

La memoria traicionada


Los humanos somos muchos, pero la gente famosa es, en comparación, poca. Ahora bien, de esa gente famosa se distinguen dos tipos: aquellos que son famosos en la actualidad que les tocó y aquellos que se convierten en símbolos o mitos, o bien, dicho en otras palabras, en personajes históricos, a los cuales se les recordará por muchos siglos e incluso, si el caso lo amerita, por milenios. Esa categoría la han alcanzado personas ciertamente extraordinarias, como el misterioso Jesús de Nazaret, el aguerrido Mahoma de No se donde nació o el meditabundo Buda. Si menciono a este trío de iluminados y no al chaparrito de Napoleón o al mocho de Van Gogh, seres indudablemente históricos, es porque el tema de la entrada involucra a aquellos y no a estos. El tema de la entrada es (tambores expectantes…): la corrupción de la memoria de los seres históricos. Suena aburrido pero, quizá, no lo es.
Tomemos el caso más próximo a nosotros: Jesús, alias el Cristo. Este hombre, sencillo, humilde y evidentemente muy sabio, recorrió hace dos laberínticos milenios los desiertos de lo que hoy es Israel y los territorios palestinos, predicando algo bastante básico y de fácil comprensión: amaos los unos a los otros. Simple. Light. Luego, murió cruelmente y un grupo de hombres y mujeres vendrían después de él a torcer su palabra guiados… por sus palabras. Se creo entonces una enorme y divina burocracia llamada Iglesia Católica que, seamos sinceros, han sido bastante criminales a lo largo de los siglos: han torturado a muchísimas personas por pensar de distinto modo, han sometido a pueblos enteros por medio de la violencia y de la corrupción, han matado (por medio de los procedimientos mas creativos que se pueda) a ciertas personas que hubieran podido haber aportado mucho conocimiento a nuestra especie, han callado ante crímenes imperdonables (caso del Holocausto en contra de los judíos en la Segunda Guerra), etc etc etc. Yo pienso, en serio, que si ese hombre llamado Jesús viera las complicaciones en las que se han metido sus seguidores, sería el crítico más duro del Vaticano, sería el primero en levantar la voz y decir algo como “pero hijos míos, que coño hacen…”.
Al principio mencioné a los tres representantes religiosos porque son personajes en los que la gente basa su pensamiento y su actuar. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿Qué tanto sabemos de ellos, en realidad? ¿Qué tan fidedigno y cercano a la realidad es lo que nos cuentan? Si esos seres estuvieran vivos, ¿estarían de acuerdo con la imagen que tenemos acerca de ellos y con lo que hemos hecho con su memoria?

5 comentarios:

Miriam Márquez dijo...

Gracias, Alexandro. Me alegra que tu comentario me haya hecho descubrir tu espacio. Mucha reflexión veo en él. Me convierto en seguidora tuya.

Jan dijo...

Yo digo que podremos tener respuesta a tus incògnitas si en un futuro, muchos muchos años despuès, descongelan y reviven a Michael Jackson :P

Orizschna dijo...

Creo que si aspiramos a saber esas cosas a veces pecamos de ingenuos.
Es tan imposible.
Saludos.... muy buen texto.

Anónimo dijo...

Muy interesante tu reflexión Alex, si, la iglesia católica "salió" de aquél mesias (Cristo = Mesías), pero creo que también sería interesante comentar respecto a ese otro brazo de Jesús llamado "los ortodoxos", o bien, dentro de esa misma iglesia católica, a aquel célebre Lutero, que gracias a él, hoy tenemos ese gran catálogo de iglesias pentecostales y demás etcéteras.

Un beso.

Anabel alias la "ideh_"

Anónimo dijo...

P.d. Me faltó dar mi respuesta hacia tu pregunta... ¿"qué tan fidedigno y cercano a la realidad es lo que contaban"?
Por ahí escuché una frase: "el hombre está completamente loco, no sabría cómo crear un gusano, y crea dioses por docena".
Será que el ser humano necesita creer en algo superior a él por diversas circunstancias. Una de ellas, por supuesto, es esa fe necesaria, como un respiro y una esperanza de que las cosas resultarán mejor de lo que pueden ser en su momento, una resignación tal vez mediocre hacia la vida, una guía de normas establecidas por el mismo ser humano; un hermoso cuento donde no existen desgracias ni desventuras....

Otra vez yo: Anabel.