lunes, 13 de febrero de 2012



Tomar la boca del otro:
meterse en una lengua desconocida, desprevenidamente:
libar otra saliva, como un licor nuevo y agradecido:
tocar lo que otros tocan:
calzar otros pies:

salir luego a la calle, salir como una tormenta, salir como un animal salvaje que se ha escapado del zoológico y al cual habría que atrapar antes de que…:
salir luego a la calle y mirar los nombres de las avenidas ilustres, de las plazas que ya no son de nadie, sin leer los anuncios espectaculares ni los números de las casas ni las leyendas en las playeras ni la ruta de los camiones, sin comprender nada:
salir luego a la calle libre de unas cadenas invisibles:
salir luego a la calle y tomar una piedra del suelo y, sin malicia, sin violencia, sin rastro de personalidad, lanzarla y que esta rompa un vidrio y que resulte ser el vidrio de Palacio y entonces un hombre importante se horroriza, con su traje muy negro y su cigarro en la mano y su cara de hombre importante, ante el hecho de que una piedra sucia y terrosa haya ido a parar encima de los documentos en su escritorio y esos documentos son importantes, no pueden mancharse así como así:
salir luego a la calle y sentir que podrías ocultarte, si fuera necesario, si tu vida corriera peligro, en cualquier esquina, cualquier resquicio, cualquier fractura en el asfalto, por pequeña que fuera; que la ciudad te acogería, tierna y vilmente, en sus entrañas grises, lodosas:

ya para entonces llegas a tu casa
y prendes la tele y te enteras de que en Siria y de que...
prendes un cigarro y te das cuenta de que no tienes un cigarro…

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