domingo, 19 de diciembre de 2010

Marisela Escobedo


El caso de Marisela Escobedo, la activista social asesinada hace unos días en la capital de Chihuahua, hace notorio un aspecto terrible de nuestra sociedad: la soledad de aquellos mexicanos que exigen cuentas a un Gobierno, ya sea el federal, el estatal o el de algún municipio.

Ningún gobierno, y esto ya lo tendríamos que aprender, cambia por sí mismo: el gobierno es poder y, como tal, tiende a extenderse y eliminar, o al menos tratar de eliminar, los obstáculos que encuentre durante su expansión. Esa es la naturaleza del poder y no hay modo de cambiar dicha naturaleza. No podemos cambiarla, pero sí podemos contenerla, controlándola por medio de límites bien establecidos y lo suficientemente firmes como para resistir su embate. La ciudadanía puede, pues, gobernar al Gobierno, siempre y cuando se constituya como ciudadanía. Una persona, un solitario ciudadano, siempre saldrá perdiendo en su titánica batalla en contra de los excesos y las crueldades de un Gobierno.

La muerte de Marisela Escobedo duele y enfurece por muchísimas cosas: se trata de una de las historias mas crueles y negras de los últimos años en este país. Pero cuando yo vi el video, esto fue lo que más me dolió, lo que más me enfureció: varias veces, durante las últimas semanas, pasé por la Plaza Hidalgo, en donde ella sería asesinada, y ni siquiera me paré a leer las mantas que ella y su familia habían instalado en los postes de luz cercanos, en donde había una fotografía del asesino. En alguna ocasión, ya de noche, la llegué a ver, rodeada de unas pocas personas (seguramente miembros de su familia) en la misma plaza, y jamás me detuve, jamás me di el tiempo de saber quién era y qué cosa exigía. Jamás escuché su protesta. Nadie la escucho, ninguno la escuchamos.

Su muerte indigna porque estaba sola, completamente desamparada. La dejó sola el Gobierno, de todos los niveles, que ahora nos vienen a contar que le habían puesto seguridad. Pero la dejamos sola también nosotros, ahí, sentada en frente del apático y sordo Palacio de Gobierno. No la hubieran matado si no hubiera estado tan sola.

2 comentarios:

Taun We dijo...

Creo que todas las palabras que puedan surgir después de lo acontecido no llenara jamás el silencio que dejamos envolviera a esta mujer y a las muchas personas que se atreven a levantar la voz, a decir basta...

Esto debería hacernos reflexionar sobre lo que hacemos y dejamos de hacer por esta enorme falta de empatía.


"Sin justicia, sólo hay divisiones, víctimas y opresores"

Alexandro dijo...

Fijate, Taun We, que esa palabra, "empatía", está escaseando en estos días. De hecho, es precisamente lo que faltó en este caso, lo que le faltó a Marisela.

Lo único que nos queda esperar es que este caso nos vuelva ciudadanos más unidos, que nos demos cuenta de que solamente unidos y activos podrémos hacerle frente al vacío de poder que hay en Gobierno.