sábado, 9 de octubre de 2010

Poema y justificación


Ya sé que muchos dicen, y llevarán razón en sus dichos, que un poema no debe ser defendido por el poeta o (como me parece muy altanero decirme poeta) por el autor. Pero me resulta irresistible hacerlo y declarar a los cuatro vientos que no es, no ha sido y no será mi intensión el hacer un “poema a la patria”, uno de esos cándidos poemas que comienzan con un “Ho, patria mía, que has dado tu seno a beber” o alguna paparruchada por el estilo.

Simplemente, considero que la Historia, cualquiera, resulta muy poética. La Historia de un país, de una ciudad, de un libro, de una persona (biografía), de una religión, etc.., está hecha, en realidad, de imágenes, y ya sabemos todos el papel tan importante que estas tienen en la poesía. La Historia de México me parece muy poética. Aunque, a decir verdad, resulte muchas veces en un poema curiosamente tragicómico.

Esto es la primera parte de “Visiones de México”, título no definitivo, por cierto.

I

Un desierto, un valle. La selva.

El cielo que es el mismo y siempre otro.

Hombres mudos que inventan el río,

hombres mudos que hacen hablar a la piedra y al mineral.

Las murallas caen. Los templos caen, igual que los hombres.

Pero los ríos de sangre y la furia y el miedo,

los dioses que callan y dejan de creer y se desintegran

serán la semilla. La guerra es como el semen.

De la confusión, de las ruinas como el esqueleto de un gigante,

de la muerte de un árbol que no puede morir,

de una voz que no puede callar porque estuvo antes que el silencio,

viene la cruz, la catedral, las palabras de Dios.

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