jueves, 12 de noviembre de 2009

Variaciones del ahora muerto

Ayer, estando en la facultad, se escucho una ráfaga de metralla. Después, camino a mi casa, pasan a mi lado muchísimas patrullas, con las torretas encendidas, apurados. Cipoles, soldados, vehículos sin insignias ni distintivos oficiales pero con una reveladora sirena, pasan a mi lado, tocan el claxon, se abren paso entre los demás conductores, que no saben muy bien qué hacer, hacia donde ladearse. Unas cuadras más adelante, descubro el motivo, ya supuesto por mi aceleradísima inteligencia que funciona en base a carbón, de tal movilidad policiaca: un ejecutado. Uno más. ¿Uno menos?
No veo nada. Son demasiadas patrullas, demasiada gente caminando en la zona, entre agentes y civiles. Un hombre me informa que vio todo, según él, y al menos me indica el epicentro del lamentable asunto: una troca roja, al fondo, que yo no había notado. Esta a cien metros de mí, así que no veo nada. Solo un borroso, lejano bulto, dentro del vehículo.
Uno de nosotros, uno de los mirones, se envalentona, movido por el morbo, y decide ir a ver al muerto. Corre, tontamente, entre los agentes, los cuales lo detienen y lo empujan un poco, diciéndole que no puede pasar. El hombre regresa riendo:
-Chale, nomas se trata de uno de ellos, y entonces si lo cuidan. Que si no, les vale madres- dice, entre risas.
No entiendo muy bien como aquél mirón estaba tan seguro de que el muerto era, o había sido, mejor dicho, policía. A la mañana siguiente, me informo que, en efecto, era el Jefe de la Unidad de Delitos Contra la Vida, que se llamaba Jorge Iván Márquez Solorio y que tenia, solamente, 29 años. Deja por este mundo a una viuda y a dos hijas.
Recuerdo todavía la enorme movilización policiaca que, en lugar de estar buscando a los responsable (yo digo, no?) estaban amontonados inverosímilmente, inútilmente. La gran cantidad de civiles tomando fotos, algunos incluso video, platicando alegremente, emocionados, excitados, de la escena que, según todos, habían presenciado con sus propios ojos: todos tenían una versión distinta. La camioneta de los asesinos era de tal color, eran tantos, traían tal tipo de armas, huyeron por acá o por allá, el ahora muerto grito algo, el ahora muerto no tuvo oportunidad ni de ver a sus ejecutores, el ahora muerto era narco, el ahora muerto era policía, el ahora muerto era las dos cosas, el ahora muerto es digno de conmiseración, el ahora muerto se lo merecía, el ahora muerto segurito andaba metido, segurito sabía a lo que se metía. Tantas versiones.

No hay comentarios: