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I
Es la noche y es el lago (en este orden)
y la noche es total y todo lo impregna
y el lago está quieto, mortalmente quieto
y no hay forma de fantasear con discretos peces
viviendo o muriendo en el fondo del lago estático.
Alrededor del lago no hay nada. Nada.
Pero se conoce que el silencio, aquél silencio,
está colmado de gritos, de palabras guturales
como si de innumerables luciérnagas se tratara.
Se sabe que la sombra
está a punto de explotar
y que en ese mundo fuera del mundo
lo estéril es lo fértil
y que todo trasciende.
El fondo inasible del lago
es como el azulado brillo de la locura en los ojos
y nadie podrá decir el porqué.
II
Levantado de la nada,
de entre el tumulto de los muertos que no han vivido.
Levantado desde el fondo de un mar de sombras,
ungido por las sombras mismas que te anulaban.
Ungido.
¿Qué hiciste, pequeño, para merecer la luz?
¿Qué para vestirte de un rostro y un nombre?
Has elevado tu voz, pequeño, hacia algo que no conoces
pero que te conoce a ti.
Has caído en las manos de la vida,
en las sedientas manos húmedas de la vida,
en la infinita telaraña del tiempo
que ahora es tuyo y al cual perteneces.
A veces me pregunto si yo soy un simple rostro
del Tiempo, tu verdadero padre,
tu más profundo origen.
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