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No me gusta escribir sobre Borges: caigo siempre en una escritura tan elogiosa que termina siendo muy parecida a la adulación. Me dispongo a recaer en el error, a pesar de todo. Para no perder la costumbre.
De Borges me gusta su prudencia. El estilo de Borges es tan característico que, utilizado en exceso, terminaría por ser completamente insoportable: de ahí el recelo de Borges hacia su propia voz, de ahí el hecho de que economizara tanto, de que fuera tan cauto al usar, más que el lenguaje, su lenguaje: el lenguaje de Borges.
Con esa voz, y sobre todo con ese silencio, nos cuenta Borges unas historias maravillosas, emotivas y reflexivas en igual modo. Y es que, aunque la forma importa mucho (la adjetivación, por ejemplo), Borges no es un formalista. Aunque su prosa sea muy estética y elegante, está subordinada al contenido.
Sin embargo, estoy a punto de contradecirme: lo que Borges dice es imposible decirlo con otra voz. Sólo en su voz el cuento nos dice lo que nos dice. La virtud de Borges estaría, pues, en ese punto: forma y fondo, sin ser lo mismo, son lo mismo.
2 comentarios:
Cierto, breve pero muy interesante. Me gusta la sinceridad que se percibe en cada uno de tus textos.
Saludos.
P.D. Ya espero el siguiente :)
Muuuuchas gracias, Taun. Lo agradezco mucho. Espero no defraudarla con mis próximas fumadas escritas.
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