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Curioso mirar al mundo como por debajo de sí mismo,
o como por fuera, da lo mismo.
Curioso mirar una fotografía de ti y de mi
abrazados, yo serio y tú sonriente, frente a una estatua
que representa a dos curiosos leones luchando entre sí
y que nos esperaba en una calle que ya no recordamos
y sentir, de pronto, que la vida te juega bromas como ésta
y que detrás de la simple imagen hay un significado infinito
que nos rebaza pero que presentimos,
oscuramente y sin palabras. No hay palabras.
Curioso mirar un objeto o a una persona o escuchar una palabra
y sentir que ese objeto, insignificante y vulgar, se ramifica
como un árbol de significados,
que esa persona, desconocida y fugaz, es como un túnel, luminoso,
que se adentra en una zona desconocida de la realidad,
que esa palabra escuchada al pasar
sea el eje de los días.
Curioso mirar la escalera de espiral,
el basurero de la esquina
o la cortina del ventanal de la casa en donde vivo
y pensar que en mi cerebro hay puertas cerradas hace mucho tiempo
que se abren precisamente con esas llaves.
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