Siempre he dicho que me gusta la noche, pero ahora sé que no es cierto.
Una cosa es la noche pura, la de los valles, la de la sierra, esa noche sin sentido, sin palabras. La noche total de la naturaleza.
Otra cosa, distinta, es la noche de la ciudad: campo de batalla en donde luchamos, nosotros los seres humanos, en contra de las tinieblas.
No me gusta la noche, la noche pura. Me gusta ese día artificial que intentamos crear, esa luz nuestra, creada y colocada por nosotros, que le da sentido a la sombra, contaminándola, corrompiéndola.
Esto, claro, en ciertos momentos, en ciertas calles, en ciertos estados de ánimo que tocan, discretamente, la puerta de la locura.
4 comentarios:
A mi si me gusta la noche pura.
Esa que se impone y te obliga a urgar en ella tratardo de adivinar lo que nuestros ojos, ciegos, intentan alcanzar.
A mi no. La noche pura, la noche total, la sombra virgen, me da un poco de vértigo.
Prefiero la noche vencida por los faroles de las calles y las plazas. No se porqué.
Buen texto alex! interesante comparación. Aunque prefiero la noche pura, la sombra absoluta y la música de la tierra. La otra noche...siempre es melancólica.
Ah, claro. Melancólica y para espíritus melancólicos, por tanto.
Saludos, Eddy.
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