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Dice después que no hay opciones, que nadie le gusta y que por eso no vota. Ya entrado en agudezas, emplea una alegoría: “Usted va al súper con la idea de encontrar tomates, y si no hay, ¿en su lugar se lleva cebollas, focos o fresas congeladas? No”. No, tampoco nosotros lo hacemos, pero sucede que no es lo mismo. Al votar, no se está eligiendo a un tomate o a una cebolla, sino, para sorpresa de Varela, a un Gobierno, que decidirá, en la medida en que lo dejemos, buena parte de las decisiones que se tomen en todas las materias.
Son dos las ideas fundamentales de la nota de Varela: no voto porque: a) no me convence nadie y b) porque después hacen lo que quieren en el gobierno y no hay mecanismos para que los ciudadanos intervengan. Si a Varela no lo convence nadie, si no hay alguno que sea “menos malo” que los demás, entonces no entiendo en qué país habita: en este momento, se están decidiendo muchas cosas importantes, ante las cuales prácticamente todos tenemos alguna opinión, tales como la guerra contra el narco (emprendida por el gobierno federal), la posibilidad de reelección en legisladores, la reforma educativa y un largo etcétera, temas en los cuales los políticos panistas no coinciden con los priistas y estos con los perredistas y así sucesivamente. Varela tiene una opinión propia, quiero suponer, así que ¿porqué no vota por aquel candidato que se acerque, al menos se acerque a lo que él opina? Acerca de la falta de mecanismos de control ciudadano sobre el gobierno que menciona Varela, es curioso porque lo dice mientras trabaja y publica en El Universal, que, como buen medio de comunicación, es uno de estos mecanismos que Varela tanto añora. Haber, Varela, cuenta conmigo: medios de comunicación (radio y tv, que están un poco más institucionalizados, pero también está la prensa escrita, dígase periódicos, revistas, semanarios y, evidentemente, los blogs y la enorme cantidad de herramientas que proporciona el internet), manifestaciones públicas (que en México existen para todo y deberían de existir aún más) tales como huelgas, marchas, mítines, conciertos públicos; reuniones de firmas, mesas de discusión (que pueden organizarse en Universidades o auspiciadas por organizaciones no gubernamentales), etecé etecé etecé. Así que lo que faltan no son mecanismos de manifestación ciudadana (aunque podrían ser más y más independientes) sino mecanismos para levantar al Sr. Varela de su cama, sofá o silla plegable en la cual se abandona, fatalmente, para ver al mundo pasar.
Lo triste del caso es que no es el único periodista o “conocedor” que se ha pronunciado a favor de las virtudes de humo del abstencionismo. Los hay a montones, ahora. Ojalá los lectores de estos periodistas tan dóciles no caigamos en la trampa y nos demos cuenta de que (aunque parezca un cándido comercial del IFE) si no votamos, realmente esa cosa que se llama democracia es afectada, es dañada: no hay mejor arma en contra de la democracia que la desgana y la apatía. Como la del Sr. Varela.