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El tiempo, dicen los físicos, existe realmente. Pero el año, este año, solo ha existido en nuestra mente. El tiempo es uno solo, es un solo gran cuerpo de serpiente que va extendiéndose, poco a poco, de modo infinito. El año, este año, es una escama de la piel rugosa y siempre cortante de la serpiente del tiempo.
Para mí, este año se estanca, como que se detiene, en esa frágil muralla de veladoras que rodea Palacio de Gobierno, en Chihuahua capital. Una muralla silenciosa, fría como lo es todo en estos tiempos, en estas tierras. En nuestro desierto. Para una mente muy imaginativa que vea, a lo lejos, la línea de las veladoras, éstas podrán ser la sangre de Marisela Escobedo que, en lugar de secarse, se ilumina. La sangre que se enciende. Pero no lo es.
Yo espero que el año 2011, esa división de lo que no es posible dividir, encuentre a los que habitamos en estos páramos con los ojos tan abiertos que nos duelan, con los puños tan apretados que nos sangren, con la voz tan alta y clara que llegue a aturdir, a herir los oídos sordos o apáticos. Yo espero que el año nuevo nos encuentre de armas tomar.